EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: TERNURA

La cuarentena me impide visitar a mi madre para darle un beso. Tampoco he podido darle un abrazo el día del padre a quien le debo tanto. Pienso en los familiares de los enfermos hospitalizados o los mayores en centro geriátricos. No pueden recibir visita de ningún tipo. Inhumano aislamiento. Muchos mueren solos y se oyen desde aquí los desgarradores lamentos de quienes no pudieron despedirse. Es verdad que hablamos por teléfono o por whatsapp, pero no nos es suficiente. Ahora nos arrepentimos de los besos guardados, de los abrazos negados y de las palabras aparcadas. Necesitamos amar con los sentidos, con el cuerpo. No somos espíritus puros. Gracias al cuerpo podemos expresar lo que hay en nuestra alma. No nos sirve la distancia. Ha tenido que venir este azote vírico para que deseemos ardientemente, en cuerpo y alma, romper con el desapego y la indiferencia. A ver si de esta va.

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