EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: PREGUNTAS

Ahora que tomamos conciencia de la fragilidad del mundo que nos hemos construido, cuando ese desconocido invisible amenaza la vida propia y la de los cercanos, surgen las preguntas fundamentales sobre nuestro origen y nuestro destino. Podemos afrontarlas como valientes o seguir alienándonos con mil cosas. Cuentan las crónicas que, cuando los primeros monjes benedictinos fueron en el siglo VI a evangelizar a los pueblos germánicos, un ministro real aconsejó esto a su rey: «Majestad, cuando vos estáis sentado en la mesa con vuestros nobles y vasallos, en medio del hogar arde el fuego, y la sala está caliente; allá fuera, empero, brama por doquier el viento de invierno que trae frío, lluvia y nieve. De pronto entra un pajarillo y revolotea por la sala. Entra por una puerta y sale por la otra. Los pocos momentos que está dentro, se siente al abrigo del mal tiempo; pero apenas desaparece de nuestras miradas, retorna al oscuro invierno. Lo mismo acontece -a mi parecer- con la vida humana. No sabemos lo que antecedió, ni sabemos tampoco lo que viene después. Si esta nueva doctrina da alguna seguridad sobre esto, merece la pena que la sigamos”.

La fe cristiana nunca se presentó como una nueva doctrina o una filosofía. Era, ante todo, un anuncio de una Buena Nueva: uno que estaba muerto ha vuelto del otro lado y ahora vive. La muerte, pues, no es el final del camino.

Deja una respuesta