EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: SILENCIO

Cuántas veces hemos anhelado, ante el exceso de trabajo o el cansancio del stress, llegar al hogar.  Ese deseo  se está cumpliendo holgadamente. Sin embargo, ahora parece crecer una obsesión: salir de casa. Se nos hace larga la estancia. El caso es respirar, salir afuera. ¿Será miedo al silencio? ¿Será el vértigo del vacío interior? ¿Nos habremos llenado la vida de actividad para saciar deseos que nunca parecen agotarse? Cuenta san Agustín que el alma del ser humano es profundamente infinita, por estar hecha a imagen de Dios, y nunca descansará mientras no se llene con algo que sea también infinito… sólo Dios. Quizás esto explique porque viviendo en un primer mundo con cientos de recursos culturales y lúdicos, vivimos más cansados, agobiados e irritados que en los pueblos más empobrecidos del planeta.

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