VIERNES 2 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: LIBERTAD

Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su mochila para compartir con él sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió. El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que bastaría para darle riqueza y seguridad todo el resto de sus días. Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante, lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó: “Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya… dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí”.

Recuerdo una monjita mayor que me decía, hace años, al comentarle la sensación de aislamiento que me producía la reja de la clausura que nos separaba: “sois vosotros los que estáis encerrados detrás de esta reja, nosotras somos libres”. En nuestra época se habla tanto de libertad y, sin embargo, nunca hemos estado tan atados por deseos, pasiones, bienes materiales y manipulaciones sociales. La libertad es un bien interior que ninguna mazmorra la puede sustraer. Pero no crece espontánea, hay que cultivarla. Desde este “encierro” que nos toca vivir podemos meditar los dos ejemplos antedichos.

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