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LUNES 3 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: PRESCINDIBLES

Los grandes pensadores de la historia coinciden en  la existencia de necesidades naturales (aquellas que el hombre requiere como tal), y necesidades sobreañadidas (esto es, superfluas). En el primer grupo apenas señalan tres: alimento, casa y vestido. Con el tiempo, hemos convertido en necesarios algunos otros bienes. Ojo, que la universalización no los vuelve imprescindibles ni siquiera convenientes. 

Los bienes convenientes tienen la tendencia a resultar necesarios y los bienes superfluos tienden a ser, a la postre, dañinos. ¿Qué es, entonces, lo que distingue lo necesario de lo superfluo o lo conveniente de lo nocivo? No puede distinguirse mediante fórmulas generales. La misma droga que perjudica a un morfinómano beneficia a un enfermo.

Pero Aristóteles nos ofrece un criterio: son bienes necesarios (y convenientes) aquellos que ayudan al hombre en el ejercicio de la virtud(“areté”) (el término significa consistencia, excelencia, felicidad: ser persona en la máxima medida posible).

Podemos ir más allá: la carencia de bienes, el prescindir de lo superfluo contribuye a la virtud. Esto, no parece comprensible en nuestra época, ya que la escasez nos parece intrínsecamente mala. Sin embargo, la experiencia demuestra que la pobreza y la limitación engendra en nosotros fuerza. Y la fuerza, no la abundancia, nos defiende de la pobreza. Por eso el sabio del libro bíblico de los Proverbios imploraba en su oración diaria: ”no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti diciendo: «¿Quién es el Señor?»; no sea que robe por necesidad y ofenda el nombre de mi Dios” (30,8).

Dos conclusiones: primera, quien retiene para sí lo superfluo ofende y perjudica a quien carece de lo necesario; segunda, quien retiene lo superfluo se perjudica sobre todo a sí mismo, ya que se impide el ejercicio de la solidaridad, que es la virtud más profundamente humana (la insolidaridad es nociva, ya que encierra al hombre en sí mismo y lo empequeñece).

DOMINGO 3 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: IGLESIA DOMÉSTICA

Los antiguos hablaban de tres altares en el matrimonio cristiano. San Juan Crisóstomo (patriarca de Constantinopla, considerado por la Iglesia uno de los cuatro grandes Padres del Oriente), en el siglo IV, fue el primero que habló de la familia como una “pequeña iglesia” y recomendaba a los casados hacer de su hogar una “iglesia doméstica”.

El primer altar es el de la comunidad cristiana donde se nos sirve el pan de la palabra de Dios y de la eucaristía. También es el de la oración familiar según nuestro santo: “Junto a la lectura de la Sagrada Escritura es necesario también rezar juntos: donde algunos se reúnen en la oración y en el canto de los salmos, se puede llamar a esta reunión verdaderamente Iglesia

El segundo altar es la mesa familiar donde se comparten los alimentos, donde la familia da gracias a Dios por la comida, donde se comunican las vivencias y se transmite la sabiduría y la fe de padres a hijos. “No puedes hablar a una gran multitud, pero puedes ayudar a tus hijos a tener una mente más sana”, decía Crisóstomo.

El tercer altar es el tálamo nupcial, es decir, la cama matrimonial. No es para menos porque es lugar donde Cristo se entrega a su esposa la Iglesia a través de los esposos. Es un lugar sagrado.

Esta realidad “sacramental” reclama una estética cuidada y esmerada. El marco exterior, los signos, favorecen o desprecian la santidad de los “altares”. Por eso y a modo de conclusiones:

1. Reza y lee la Biblia con tus hijos en casa. Pero no te cierres en tu pequeña iglesia y reúnete con la Comunidad más grande.

2.- Comed la familia junta, todos los días y en una mesa bien dispuesta y hermosa.

3.- Valora y haz respetar el lugar santo del tálamo nupcial donde se da la bendita entrega esponsal y la santa  transmisión de la vida.

SÁBADO 2 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: DEPENDENCIA

Ante los problemas que van brotando por el colapso del coronavirus, descubrimos que los agricultores son más importantes que las estrellas de cine y que la labor del personal sanitario vale más que todos los cracks del fútbol. Necesitamos de los sanitarios, de los que trabajan en la alimentación, de los transportistas, de los barrenderos, de las fuerzas de seguridad,…, de nuestros seres queridos. Somos absolutamente dependientes. Solos, nos es imposible subsistir. La cuarentena nos está  mostrando lo transcendental que son los demás para uno y lo valiosas que son nuestras relaciones. Obviamente nos confirma que Dios tenía razón: “No es bueno que el hombre esté solo”.

Por eso, es de importancia vital hacer más agradables las relaciones humanas en el transcurso de nuestra existencia, ya que de ello depende el equilibrio personal, espiritual y salud mental. Está en juego la calidad de vida de cada uno, de todos y de los que vengan detrás.

VIERNES 2 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: LIBERTAD

Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su mochila para compartir con él sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió. El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que bastaría para darle riqueza y seguridad todo el resto de sus días. Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante, lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó: “Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya… dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí”.

Recuerdo una monjita mayor que me decía, hace años, al comentarle la sensación de aislamiento que me producía la reja de la clausura que nos separaba: “sois vosotros los que estáis encerrados detrás de esta reja, nosotras somos libres”. En nuestra época se habla tanto de libertad y, sin embargo, nunca hemos estado tan atados por deseos, pasiones, bienes materiales y manipulaciones sociales. La libertad es un bien interior que ninguna mazmorra la puede sustraer. Pero no crece espontánea, hay que cultivarla. Desde este “encierro” que nos toca vivir podemos meditar los dos ejemplos antedichos.

JUEVES 2 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: PATERNIDAD

El mundo hebreo de tiempos de Jesús ponía en estrecha relación los males y los pecados. Cuando uno sufría una enfermedad o una desgracia era consecuencia de sus pecados o los de su familia. Todavía hoy se oye decir a algunos que esta pandemia es el castigo (léase venganza) de Dios por nuestros pecados que tanto le  ofenden. Para empezar, si a Dios le podemos ofender es que es un dios demasiado pequeño.

Relata el evangelio que llegaron hasta Jesús algunos asustados y escandalizados por una noticia terrible: Pilatos había matado a algunos galileos mezclando su sangre con la de los sacrificios que ofrecían (es horrendo para un israelita ver mezclada su sangre con otra porque en ella habita el alma de cada hombre). ¿Qué pecado tan grave habrían cometido para que Dios les castigase con semejante final?, se preguntaban. Y Jesús les dijo: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”. Por tanto, no es castigo ni venganza pero sí es enseñanza y corrección para los que caminamos en este mundo. Ciertamente el dolor, la enfermedad y la muerte son males. Y Dios no quiere el mal. Sin embargo, Él es el todopoderoso y es la causa última de todo lo que existe y acontece. En su insondable designio, Él lo permite.

 Jesús nos enseñó que Dios es Padre amoroso y que nos ama por encima de todo. Por eso, puedo entender la contradicción desde el ejemplo terreno de la paternidad. Soy lo que soy y tengo valores grabados en mi corazón gracias a que mis padres me corrigieron muchas veces, incluso con castigos. Otros educadores no me ayudaron, nunca se preocuparon de amonestarme si erraba. Evidentemente no me querían tanto ni les interesaba mi futuro. ¿Quién me ha querido de verdad? 

MARTES 2 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: HUMILDAD

Cuenta el libro bíblico de Números que el Pueblo de Israel, peregrinando por el desierto camino de la Tierra Prometida, se cansó por tantas dificultades y carencias quejándose amargamente y hablando mal de Dios y de Moisés. En ese tiempo llegaron a una zona llena de serpientes que les picaban, enfermaban y morían muchos. Aquellos, que hasta entonces habían renegado de Dios, se volvieron a Moisés para que invocara la ayuda divina. Y Dios no acabó con los bichos asesinos, que parecía la forma más fácil de acabar con aquella plaga. Mandó a Moisés levantar una serpiente de bronce a modo de estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.

Era una figura de Cristo y su Cruz (Juan 3, 14-17). La Serpiente sana la serpiente: la natura humana de Cristo indestructible (de bronce) sana a la natura humana emponzoñada del pecado. Pero el enfermo debe «mirar hacia Él», invocarlo y creer en Él.

Así que si un día de estos te muerde una serpiente en el talón, no te olvides, levanta los ojos a Cristo y experimentarás la curación.

MIÉRCOLES 2 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: SOLIDARIDAD

Decía san Juan Pablo II, “el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo” (Salvifici Doloris 30). Y el dolor acrecienta entre nosotros las obras de amor al prójimo. Vemos surgir estos días formas diversas de ayudar al otro. Es el amor inteligente que busca nuevos cauces y medios de expresarse.

En la parábola del Juicio final nos relata Jesús las palabras del hijo del Rey: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; era forastero, y me acogiste; estaba desnudo, y me vestiste; enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y viniste a verme.» (Mateo 25)

LUNES 2 PASCUA

EL MAL DE LA PANDEMIA NOS TRAE UN BIEN: FAMILIA

El confinamiento impuesto, que lleva más de un mes y lo que nos queda,  es un lujo para poder disfrutar de la familia y de profundizar en las relaciones familiares. Sin embargo, no se puede ocultar que tanto tiempo juntos en los límites de unos metros cuadrados hacen florecer dificultades de convivencia. Qué oportuno es volver a las 3 palabras que el papa Francisco consideraba necesarias para vivir bien en la familia: permiso, gracias y perdón.

“La primera palabra es “¿permiso?”… entrar en la vida del otro, incluso cuando es parte de nuestra vida, necesita la delicadeza de una actitud no invasiva, que renueva la confianza y el respeto. La confianza, en fin, no autoriza a dar todo por cierto… La segunda palabra es “gracias”… Debemos hacernos intransigentes sobre la educación a la gratitud, al reconocimiento: la dignidad de la persona y la justicia social pasan ambas por aquí… La gratitud, luego, para un creyente, está en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe agradecer es uno que ha olvidado la lengua de Dios…. La gratitud es una planta que crece solamente en la tierra de las almas nobles… La tercera palabra es “perdón”. Palabra difícil, cierto, sin embargo tan necesaria. Cuando falta, pequeñas grietas se ensanchan hasta transformarse en fosos profundos… Reconocer de haber faltado y ser deseosos de restituir lo que se ha quitado – respeto, sinceridad, amor – nos hace dignos del perdón. Y así se detiene la infección. Si no somos capaces de disculparnos, quiere decir que ni siquiera somos capaces de perdonar. En la casa donde no se pide perdón comienza a faltar el aire, las aguas se vuelven estancadas. Tantas heridas de los afectos, tantas laceraciones en las familias comienzan con la perdida de esta palabra preciosa “discúlpame”… Pero les doy un consejo: nunca terminen la jornada sin hacer las paces”. (catequesis mayo 2015)

DOMINGO 2 DE PASCUA

CRISTO HA RESUCITADO

Si en estos días de Pascua recibís de algún amigo o conocido de algún país eslavo (aunque no sea creyente), o simplemente veis por ahí, las siglas XB; tenéis que saber que se trata de las iniciales de dos palabras rusas: Христос воскрес (Jristós vaskrés) que literalmente significan: Cristo ha resucitado. Es el saludo característico de la cincuentena pascual, a la cual podéis responder: Воистину воскрес! (Vaístinu vaskrés) – ¡Verdaderamente ha resucitado!

En estos días se acostumbra también a pintar los huevos de Pascua  que es la tradición cristiana más popular en Rusia, tanto entre creyentes como entre ateos. Según la tradición, María Magdalena fue a predicar el Evangelio a Roma. Entonces era costumbre obsequiar al emperador cuando este recibía en audiencia. El origen humilde de María Magdalena no le permitía hacer un lujoso regalo, de manera que obsequió al emperador Tiberio con un huevo de gallina mientras decía “¡Cristo ha resucitado!”. Tiberio reaccionó con incredulidad afirmando que tan imposible era creer que una persona había resucitado como creer que un huevo podía cambiar de blanco a rojo. Antes de que pudiese terminar sus palabras, el emperador vio cómo el huevo comenzaba a tomar color rojo. Desde aquel entonces existe la tradición entre los cristianos de considerar el huevo símbolo de la Resurrección de Cristo y la purificación para una nueva vida mejor.

SÁBADO DE PASCUA

Corría el año 1991 y José Luis Martín Descalzo, sacerdote y periodista, publicaba “El Testamento del Pájaro Solitario”. Fue su obra más autobiográfica y dos meses después partía hacia el Padre después de una larga enfermedad renal a los 63 años. En esta semana solemne pascual resuena el eco de uno de sus más bellos y consoladores poemas recogidos en este libro:

Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.